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martes, 1 de abril de 2014

Rubáiyátas IV






                                                               
Sí, lo confieso, estas RUBÁIYÁTAS me han dejado gravemente herida. Escritas desde una extraña juventud de alter ego -como para pagar la deuda de una huida necesaria-, hieren ésta en la que yo, extrañamente, me encuentro y que sé imposible. O tal vez sean la rebeldía ante el tiempo que agota y consume.
Y he tenido que poner esta larga entrada porque necesito ya quitarme de encima esta herida. Acabar con ella. Acabar con esta agonía de suma y sigue. Me temo que también el poeta pretendía cerrar una herida.



La majestad del compromiso

Sólo son verdaderas
las palabras irreparables

El amor es precipitado

Por cada palabra de astucia
de paciencia o temor
de incertidumbre o cautela
que manche a nuestra boca,
un amante en su tumba
se volverá de espaldas coronado de asco

Ten respeto al descanso de los muertos

Comprométete o calla                Ven o vete





A amor y errores las gentes
suelen poner de nombre culpa.
Su moral se lo pague.

En “Canción humilde y arrogante”





Ensucian el lenguaje

Se les llena la boca de la palabra Juntos,
aprenden a decir Amor mío
como quien dobla cuidadoso un traje
o limpia el cepillo de dientes

Las bocas, las gargantas de su piel
se ahogan en un océano al que llaman Cariño:
un mar conservador y poderoso
como una tiranía.

Antaño amantes con mano de tizón
se degradan hasta tibios esposos,
llegan a amarse como hermanos;
como parientes, como conocidos
Extraño incesto, extraño incesto

Llámanle Convivir a esa desgracia, Loba:
ensucian al lenguaje, al amor, a la vida

Primero nos trague la tierra





El buen salvaje

Llegué a creer que la felicidad
no es un asunto de los seres humanos
Y le llamé conocimiento
a una escarcha diaria y contagiosa
cuyo nombre es claudicación

Por todas partes me nacían camaradas
Veían grandeza en mi preocupación
llamaban madurez a mi infortunio
La miseria siempre ha gozado
de un raro y comunal prestigio


Ahora, cuando tu piel me dio el coraje
para agredir a la resignación
y bramar por la dicha en medio de las plazas

seres, instituciones, todo
me rehúye o me segrega
todo se aparta de mi lado, hiedo
Soy un peligro público que expande
la pestilencia de la libertad





El destino es ahora dar voces solitarias

En cuanto a mí, no he de fingir
una serenidad que no merezco,
que no tengo, que no ambiciono

Vivo con brasas. No las temo
no las oculto, no las apago. Que ardan,
que calcinan, que templen
Ahora soy puro fuego amoral

En cuanto a ti, que ciertos muros
se desmoronen estupefactos,
que cierto mar caritativamente
en lugar de bramar te mire silencioso,
y que los más benignos dioses
te perdonen tapándose la cara
… si logras simular olvido


Enférmate o muerde tus labios:

De igual modo que yo vocearás en la noche


Felix Grande




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